Nemrut Dag

El reino de Comagene

Uno de estos reinos fue el de Comagene, cuyos territorios se extendían en la vertiente oriental del Antitauro. A pesar de las continuas batallas contra los pueblos de la región, este pequeño reino pudo salvaguardar su independencia durante largos períodos, interrumpidos por épocas de sumisión a alguno de los poderosos estados vecinos. Una de las referencias más fiables sobre Comagene es que a mediados del siglo III a. de C., su nombre estaba asociado al reino de Urartu. Durante esa época, el mencionado pueblo armenio ejercía una política expansionista en clara oposición a los ejércitos del Imperio asirio. Entre esas dos fuerzas hegemónicas en la región, reinos pequeños como el de Comagene se veían fuertemente asediados por la ambición territorial de ambas potencias. Uno de los datos referentes a este período es que el rey de Comagene Kushtashpi fue sometido en torno al año 745 a. de C. por Sarduri II, soberano de Urartu. Sin embargo, dos años más tarde, los ejércitos conjuntos de estos dos reinos fueron derrotados por las tropas asirías de Tiglatpileser II. Urartu inició así su decadencia, mientras que el Imperio asirio se vio relegado más tarde por el babilónico y éste, finalmente, por el persa. Hacia el siglo IV a. de C., la irrupción de un joven estratega griego convulsionó el mapa político y económico no sólo de esta región, sino de todo Oriente y Occidente. En aquella época, Comagene se consideraba uno de los estados más importantes, especialmente después de que Alejandro Magno incorporara Anatolia a su imperio. En aquel entonces desarrollaba una gran actividad comercial con las tierras vecinas. Tras la muerte de Alejandro Magno (323 a. de C.) y de las luchas entre sus antiguos generales por la sucesión, en Comagene fueron lo suficientemente hábiles para proteger la autonomía del país; las luchas con el vecino reino seléucida no cesaron hasta que Mitrídates I se casó con Laodice, hija del rey seléucida Calínico. Retornando a la época de Alejandro Magno, tras su muerte se desencadenó un largo período de luchas intestinas para hacerse con el poder del imperio, antes de que el mapa helenístico adquiriese una cierta estabilidad en manos de diadocos («sucesores») más poderosos.

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