Convento de Saint Gall

De la celda monacal a la grandiosa obra del barroco tardío

Alrededor del año 612, mientras acompañaba en un viaje a Italia a su compañero y compatriota Columban, el misionero irlandés Gallus enfermó y se vio obligado a permanecer a orillas del lago Constanza para restablecerse. Una vez curado, el monje se estableció como ermitaño en el valle alto del Steinach, donde se unieron a él doce hermanos de fe. Tras morir Gallus, en el año 650, fue enterrado en una primitiva capilla de madera. En el año 719, el obispo de Constanza envió al abad Otmar a la pequeña comunidad monacal. Éste introdujo en Saint-Gall las reglas de los benedictinos, a pesar de la fuerte reticencia mostrada al principio por los monjes irlandeses, quienes hasta el año 747 no asumieron las nuevas bases. Hacia 820, Heito, abad de la isla de Reichenau, en el lago Constanza, mandó a la montañosa región subalpina el célebre plano del convento de Saint-Gall, que todavía se conserva en el fondo bibliográfico. En esa época se construyeron las primeras iglesias de piedra. Sin embargo, la abadía benedictina sólo se construyó en parte. En la actualidad aún puede admirarse en Saint-Gall una cripta del siglo IX, pero casi todos los restantes edificios del recinto conventual datan del siglo XVIII.

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