No obstante, en el Nuevo Mundo había que esforzarse también por conquistar dicha libertad, en la medida en que se dependía del dualismo colonial británico-francés, que después de largas disputas por la hegemonía terminó al fin con una guerra (1754/55-1763). En aquella época, los grandes poderes europeos no se enfrentaban sólo en América del Norte, sino también en el Caribe, África Occidental y la India. Además Londres hacía todo lo posible por contener militarmente a sus enemigos en Europa, donde se desencadenó la guerra de los Siete Años, en 1756. Esta política se demostró muy afortunada: «Canadá», opinaba el primer ministro británico William Pitt el Viejo «se ha conquistado en Alemania».
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